Palabra eterna, grabada en mi memoria.
Un eco de regaños, de amor disfrazado,
de discusiones entre madre e hijo,
donde el rebelde que fui,
solo quería sentirse distinto,
romper la norma, estar cómodo,
ser yo.
Hoy me cuesta entender
las mil razones que tuvo ese niño,
ese joven testarudo
que nadaba contra la corriente.
¿Era por atención? ¿Por rebeldía?
No lo sé.
Solo recuerdo la lucha constante,
tú enseñándome el orden,
el aseo, la buena imagen,
y yo corriendo descalzo,
con la camisa fuera del pantalón,
la cabeza despeinada
y el alma libre.
Zapatos limpios,
faldas por dentro,
estar peinado,
vestirme bien,
hablar con educación,
sentarme derecho,
no alzar la voz,
quedarme quedito.
Torturas, pensaba entonces.
Hoy entiendo: eran tus formas de amor.
Escribo esto con ternura,
con ese amor maduro
que nace cuando uno por fin ve claro.
La madre que me dio todo,
que se esforzó más allá de lo posible,
que creyó en mí incluso cuando
yo no sabía quién era.
Estabas ahí,
defendiéndome,
guiándome,
amándome.
Con tus uñas, tu sudor,
poco a poco nos diste una vida mejor
y nosotros no podíamos verlo.
Perdón, mamá,
por los dolores de cabeza,
por no entender,
por no saber.
Hoy te miro con admiración.
Y con un poco de dolor,
porque sé que tus ojos merecen
haber visto más colores,
más mundos,
más sueños realizados.
En ese país de las maravillas
te imagino bailando,
pintando como la gran artista que eres.
Viajo el mundo pensándote,
con pocas palabras en la boca
pero muchas en el pecho.
Y por eso escribo.
Escribo y escribo,
porque esto necesita salir de mí
y llegar a ti.
Mis manos te tocan con amor,
mi amor se envuelve en gratitud,
en sabiduría,
en entendimiento.
Soy tu sangre y tu fuerza.
Y si un día no tienes ganas,
yo te presto las mías.
Si tus manos fallan,
las mías harán por ti.
Si tus piernas no caminan,
yo caminaré por vos.
Metafóricamente hablando,
la vida que hoy vivo y valoro
es gracias al sudor de tu frente
y al amor inquebrantable de tu alma.
Hoy me educo solo,
y entiendo.
Entiendo por qué era importante vestirme bien,
saber cómo tratar a los demás,
respetar lo que se me enseñó.
Soy tu esencia
y también ese loco,
ese salvaje
al que le diste abrigo
y, lo más importante,
una base segura.
Porque sin una base segura,
los pajaritos no vuelan.
Te amo, mamá.
0 comments:
Publicar un comentario